
China ha impuesto restricciones a la exportación de 17 metales y tierras raras, todos ellos refinados en China, así como a los imanes de tierras raras, un componente clave en una amplia gama de equipos tecnológicos. Es una respuesta a los aranceles escupidos por Trump del 145% a casi todo producto chino importado a Estados Unidos. Gracias a Donald Trump, China cierra el grifo de las tierras raras a nivel mundial.
Las tierras raras no son raras, como lo sugiere su nombre, pero sí esenciales. Llamadas así porque suelen estar dispersas y, por tanto, poco concentradas en la tierra, lo que hace laboriosa su extracción, estos minerales son las vitaminas necesarias para todas las industrias. Sin tierras raras, no habría coches eléctricos o catalizadores en los coches gasolina, turbinas eólicas, aviones de combate ni smartphones.
China y las tierras raras, la mano ganadora
China es responsable de casi el 70% de la producción mundial y más del 90% del refinado de las tierras raras. Un cuasi monopolio que le permite hacer o deshacer el mercado a su antojo. Y es así porque Estados Unidos y Europa, desde el final de la Guerra Fría, han bajado la guardia y asumido que el suministro de tierras raras siempre sería abundante, disponible y barato.
Ya no era necesario extraerlas, producirlas o almacenarlas en nuestros territorios, pues bastaba con abastecerse en el mercado mundial. El problema es que China hizo la apuesta inversa y ahora controla el mercado.
Así, Pekín suele emitir cuotas dos veces al año para la extracción y fundición de tierras raras. Este grupo de 17 elementos metálicos se utiliza para fabricar una amplia gama de productos, desde cepillos de dientes eléctricos hasta sistemas militares. La primera ronda de cuotas suele darse a conocer en febrero, y la segunda entre septiembre y octubre.
Pero tras anunciar, hace casi tres meses, el inicio de una consulta pública sobre una nueva normativa para proteger su industria de tierras raras, en la que planteaba la delicada cuestión de los volúmenes, China optó por el silencio.
Hasta que a principios de abril, China decidió exigir a las empresas la necesidad de obtener licencias especiales para exportar tierras raras, en particular neodimio, disprosio y terbio, así como imanes de tierras raras. El objetivo oficial es asegurarse de que no se vayan a usar en armamento o equipos militares.
Estas tierras raras son fundamentales para casi todas las tecnologías del mercado, incluyendo la industria del automóvil. Los imanes de tierras raras se utilizan en motores híbridos y de vehículos eléctricos, pero también en vehículos de combustión interna para convertidores catalíticos, sistemas LiDAR y de radar para sistemas avanzados de conducción, sistemas de audio, dirección asistida, sistemas de combustible y refrigeración, componentes de transmisión y mucho más.
Estas licencias especiales permitirán al Gobierno oponerse caso por caso a la exportación de un grupo específico de siete tierras raras y sus derivados. El truco está en que muchos de esas materias primas y sus derivados son calificados por China de “uso dual”, es decir, lo mismo pueden servir para una batidora como para un misil. Y eso pone nerviosa a toda la industria. Aunque esta medida se ha introducido como respuesta a la guerra comercial iniciada por Estados Unidos, afecta a todas las exportaciones, también hacia países de Asia y Europa.
“Europa no tiene una industria que transforme las tierras raras en imanes, pero se ve indirectamente afectada porque sus proveedores, principalmente en Asia, sí lo están”, afirma Stéphane Bourg, Director del Observatorio Francés de Recursos Minerales para los Sectores Industriales.
De media, un coche eléctrico contiene 1 kg de imán compuesto en un 30% de tierras raras. Pero hay alternativas sin tierras raras, con los rotores bobinados, como ya ha desarrollado Renault y que usa en los Renault Scénic y R5 eléctricos. “En cambio, para las turbinas eólicas marinas, en las que hay una media de 6 toneladas de imán permanente, de las que el 30% son tierras raras, no hay alternativa real”, explica Stéphane Bourg, porque es el imán permanente el que permite convertir la energía mecánica en energía eléctrica.
De momento, China apenas ha empezado a establecer un sistema para expedir las licencias. Eso ha causado consternación entre los ejecutivos del sector, que temen que el proceso se alargue y que se agoten los suministros actuales de minerales y stocks fuera de China.
Si las fábricas se quedan sin potentes imanes de tierras raras, esto podría impedirles ensamblar automóviles y otros productos con motores eléctricos que requieren estos imanes. El tamaño de las reservas de emergencia de las empresas para este tipo de contingencias varía mucho, por lo que es difícil predecir el momento en que se producirá la interrupción de la producción.
A nivel de automoción, menos producción implica precios más altos para los coches que sí se puedan ensamblar. Y a una menor oferta de coches nuevos, un aumento del precio en el mercado de segunda mano.
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